martes, 15 de diciembre de 2015

LAS LOMAS: PARAÍSOS PERDIDOS EN SAN JUAN DE LURIGANCHO* Por: Julio Abanto Llaque.

PUBLICAMOS UNA NOTA QUE ESCRIBIERA NUESTRO COMPAÑERO, EL ARQUEÓLOGO JULIO ABANTO EL AÑO 1999, REFERENTE AL RIESGO DE LA PÉRDIDA DE LOS ECOSISTEMAS DE LOMAS EN SJL. HOY REVIVIMOS ÉSTA ANGUSTIOSA REALIDAD
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El presente nota trata de alertar sobre la pérdida de ecosistemas de Lomas ubicados en la parte baja de la quebrada Canto Grande. Los mismos  han  sido poco estudiados y cuyo potencial puede, de alguna manera, beneficiar a la  actual población siempre y cuando se toman las medidas para su protección.

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Con la llegada de los españoles a estas tierras, no sólo se transformó la estructura social, política y cultural que durante milenios se desarrolló en los Andes, con ello una serie de cambios afectarían la vida de sus habitantes y también la relación que ellos mantenían con su entorno natural. Diversas enfermedades y actividades como la minería, terminaron con poblaciones indígenas enteras; los bosques naturales disminuyeron debido a la demanda del carbón y leña, se importan especies  de animales y variedad de vegetales que en algunos casos alteraron la vida natural en este punto del planeta, de esa manera, la relación hombre-naturaleza cada vez se encontraba más distante. Esta serie de cambios y sobrexplotación de los recursos naturales afectarían gradualmente nuestro medio ambiente de tal manera que en la actualidad sus efectos pueden ser devastadores.

Pero a pesar de esta “ruptura” y el irreparable daño a nuestro medio natural, ella, la naturaleza en ocasiones nos muestra su verdadera fuerza. Entre los años 1997 y 1998 varias regiones del Perú sufrieron alteraciones climáticas que tienen su origen en el extremo suroeste del Océano Pacífico, fenómeno que es mundialmente conocido como El Niño o fenómeno ENSO. Nuestro distrito no escapó de los efectos producidos por tal manifestación natural.

Ladera de cerro Balcón en quebrada Mangomarca, 1997 (Foto: Julio Abanto)


Estoy seguro que, a quienes les gusta curiosear por los cerros, tuvieron la suerte de haberse gozado con el bucólico espectáculo que en esos años nos brindó la madre naturaleza. El frágil verdor que cubrió el color gris de las estribaciones que definen la quebrada Canto Grande, nos permitió encandilarnos de su peculiar belleza. Por lo general, este fenómeno natural lo conocemos como “LOMAS” y es común en toda la costa centro y sur peruana llegando hasta Coquimbo en Chile, la nebulosidad y humedad de los meses fríos, debido a la corriente de Humboltd  (Mayo a Noviembre) y los vientos alisos que llegan desde el suroeste son los causantes de la proliferación de una gran variedad de hierbas y arbustos. Las microscópicas gotas de lluvias “besan” el suelo de la llanura y cerros cercanos al mar, hasta aquellos que se elevan a 1 000 m.s.n.m,  y son los que dan vida desde el musgo hasta árboles como el mito (Carica candicans Gray), la tara (Caesalpia tara) y hermosas flores como el amancae (Himenocallis amancaes) y las begonias (Begonia spp.), etc. Junto a este despertar una gran variedad de pájaros, reptiles, roedores e insectos completan el milagro.

Pequeñas flores que embellecen el paisaje (Foto: Julio Abanto)


Es indescriptible la sensación de paz y armonía que caracteriza a un paisaje de “lomas”. Desde el color  violeta de algunas flores, al amarillo de la flor de ortiga, incluso, el trinar del turtupilín y hasta el vuelo silencioso del gavilán, todo ello es digno de admirar; pues uno queda sorprendido hasta la mudez, esta sensación fue compartida con mis compañeros el años 1990 cuando encontramos uno de estos paraísos tan memorables del cual se originan  estas líneas.

San Juan de Lurigancho cuenta con un relicto de Lomas en los cerros de Mangomarca y la quebrada El Sauce que son los que presentan mayor exuberancia, en tanto el imponente cerro San Jerónimo lucha por que la ruda contaminación Limeña no destruya su, ahora,  débil ecosistema.

Una manera de medir la potencia con la que se presentaban las lomas, no sólo en esta quebrada; sino también, en otras áreas de la costa peruana, es la presencia de corrales y campamentos de “lomeros”. Tal como refería el botánico Hipólito Ruiz, en 1778:


“Con estas yerbas y sus raíces se mantiene copiosos números de ganados de cerdo, caballo y vacuno. El tiempo que allí se llaman “lomas” es en invierno. Como estas lomas están en camino de la costa, sirven sus muchas plantas de pasto para el ganado de la arriería que llega cansado y fatigoso”. 1

La cita anterior se refiere a un uso exagerado de este recurso para una ganadería con animales atípicos al ecosistema, no sólo para la peculiar vegetación, sino también para la fauna nativa de esta zona. Desde épocas prehispánicas hasta nuestros actuales años el uso de las “lomas” fue intensivo y permitió la subsistencia de grandes grupos humanos como lo menciona María Rostoworowski (1981)2, al encontrar documentos coloniales que hacen referencia de los pueblos como los Calango, ubicados al sur de Lima en el valle de Lurín.

En año 1997, nos encontramos con lomeros en Mangomarca, retornaron después de muchos años (Foto: Julio Abanto)


Revisando fotos aéreas del año de 1944 o recorriendo cada cerro o pequeña quebrada de nuestro distrito, observamos en ella un gran número de corrales de diversos tamaños y formas, los cuales fueron levantados utilizando las rocas del medio circundante a manera de pircas. Muchas de estas rústicas estructuras fueron hechas por pastores provenientes de la parte alta de la quebrada Huaycoloro, nos referimos a la Comunidad Campesina de Jicamarca, ubicada sobre los 3400 m.s.n.m (Gutiérrez, 1992)3, y cuya principal actividad económica lo constituye la ganadería de caprinos, de allí el nombre de “chivateros” (Poloni, 1987)4.

Como consecuencia del fenómeno de El Niño tenemos en la memoria los pequeños huaycos sucedidos en el Asentamiento Humano Santa María, el desborde del río Huaycoloro o las incesantes lloviznas de un loco verano que terminaron dañando las viviendas y salud de nuestros pobladores, pero fueron éstas garúas las causantes de sembrar vida en las partes altas de nuestro distrito, allí donde nuestros limites saludan al universo, esa bendita agua nos dio la oportunidad de ver un paisaje habitual para nuestros antepasados quienes gozaron sabiamente con sus bondades. Si bien hoy no encontramos a las vizcachas, zorros, venados y perdices; la hermosura con la que se nos presento nos hizo soñar.

En 1990, Los arbustos llegaban hasta la zona baja (Foto Julio Abanto)


Desde el descubrimiento de las lomas que cubren cerro Balcón y las quebradas de El Sauce y Mangomarca en el año de 1989, hasta la fecha se puede notar una disminución considerable en su reverdeciente paisaje. Incluso los únicos árboles de mito que aquí crecen de forma natural y que son testigos del circular vuelo de los gavilanes, han sido afectados por la misma irresponsabilidad de quienes visitan este bello lugar.

Una foto histórica, al lado de mis compañeros, Lizardo Tavera y Alfoso Llerena, en 1990, Las primeras expediciones en ésta quebrada  (Foto Julio Abanto)


Como ya se hizo referencia en San Juan de Lurigancho contamos con un pequeño relicto de lomas, ecosistema tan inestable y delicado, que podría desaparecer si no hacemos algo por su preservación. El modo de hacerlo es sencillo, simplemente proteger el lugar del incansable devorador de tierra que es la urbanización. Creemos que es un deber de las instituciones locales y de la comunidad misma salvar nuestros recursos naturales de ese modo dejar para las futuras generaciones un regalo que es, en sí, como la misma vida; y no seria mala la idea convertir a cerro Balcón en la segunda reserva ecológica de Lima Metropolitana después de los Pantanos de Villa, al menos aquí sería difícil instalar una fábrica de fideos. No debemos esperar que el tiempo y la falta de decisiones permitan la desaparición de nuestras áreas naturales, sólo las buenas acciones determinaran la salvación de especies vegetales y animales que estuvieron aquí antes que nosotros, y comparten con nuestra especie un espacio en este planeta.




* Fue escrito el año 1999 y publicado en 2006: http://www.sjl.pe/noticias/noticia.asp?id=359
1 RUIZ, Hipólito  “Relación Histórica del Viage a los Reynos del Perú y Chile”. Madrid, 1952 [1778].
2 ROSTOWOROWSKI, María “Recursos naturales renovables y pesca, siglos XVI y XVII. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1981
3 GUTIERREZ, Blas: Jicamarca: (Des)control de su territorio comunal. En: Investigaciones Sociales.
Año 2. N° 2, pp 9-24. Lima. 1998.
4 POLONI, Jacques “San Juan de Lurigancho: su historia y su gente, un distrito popular de Lima”. Centro de Estudios y Publicaciones. Lima. 1987.