viernes, 30 de diciembre de 2022

 El uso de alucinógenos en el antiguo Perú

 

Por: Lic. Julio Abanto Ll.


Excavando una tumba en Cajamarquilla, allá por el año 1997, me topé con un conjunto de objetos, uno bastante raro e incompleto, sin duda se trataba de una tablilla para rape o polvo de tabaco que los chamanes amazónicos siguen usando con el propósito de tener conexiones cósmicas y equilibrar el espíritu de la gente.

A ciencia cierta, no se sabemos en qué momento los antiguos peruanos descubrieron los secretos de ciertas plantas y sustancias que le permitieron alcanzar estados alterados del subconsciente con las que lograron “conectarse” con otras dimensiones. El registro arqueológico refiere con claridad que, para la época Chavín (900 a 500 a. C) ya era común el uso del San Pedro (Trichocereus pachanoi): cactácea muy apreciada por sus cualidades alucinógenas y “mágicas”.

Así mismo, la inhalación de tabaco molido o rape, era común en las diferentes sociedades andinas y amazónicas. La coca (Erythroxylum coca), a diferencia de lo que se cree funciona como un estimulante y relajante, necesita de compuestos químicos para activar y potenciar los alcaloides que lo convierten en la tan conocida droga. La coca, no sólo sigue siendo muy apreciado por los pueblos andinos, es un elemento intrínsecamente ligado a las actividades rituales, se usa en la lectura del futuro, como acompañante en “pagapus” a los cerros o a la mamapacha; acompaña a los muertos en su largo viaje, en fin, se puede trabajar otro escrito sobre ésta maravillosa hoja que es parte importante del sabor de una reconocida bebida gaseosa.

 

Vara chamánica hallada recientemente en cerro San Jeronimo (San Juan de Lurigancho) 

¿Pero desde cuándo se inició el uso de los alucinógenos o psicoactivos en nuestro país?, quizás estuvieron vinculados a los primeros grupos que deambularon por estos territorios y que en su andar probaron y experimentaron con las plantas y hongos que empezaron a conocer, eso podría explicar las figuras mágicas que han plasmado en las diversas pinturas rupestres. Pero debió ser con la consolidación de la religión como un aparato de poder cuando los chamanes alcanzaron un mejor status social y donde la adivinación y predicción del futuro formó parte del éxito de las primigenias culturas.

Los trabajos arqueológicos en Caral, hasta la fecha no revelan plantas especificas para rituales chamánicos, sin embargo, se han descubierto una variada gama de hiervas medicinales y de hecho, los rituales religiosos estuvieron sujetos a eventos mágicos que llegan a su esplendor durante el periodo Formativo, el cual se caracteriza por la incorporación a la religión de todo un panteón iconográfico fantástico (seres sobrenaturales con atributos de felino, serpiente y águilas). Solo basta darle una mirada a la Estela Raymondi o al Obelisco Tello, para en ellos, reconocer su visión de un mundo sobrenatural, incluso en este último los estudiosos dicen apreciar las figuras de algunas plantas alucinógenas.

Recientemente se afirma haber registrado san pedro en el sitio de El Paraíso, situado en el valle bajo del Chillón, su antigüedad seria de 4000 años. Es el san pedro, un cactus muy conocido el que acompaña a seres mágicos en los relieves petreos de Chavin de Huantar, incluso existe la idea que los ojos de pupila excéntrica, tan característicos de este estilo, es una manera fiel de representar estados de trance que producen estas plantas debidamente preparadas por los sacerdotes, Esta misma planta aparece con frecuencia en la iconografía moche.

El templo de Chavín de Huantar debió de ser un lugar muy especial para los peregrinos, las kilométricas galerías subterráneas, que recorren como arterias el espacio, debieron producir un sonido muy especial que acompañado de antorchas y la imagen de las colosales cabezas clavas impactaron a los visitantes, tanto así que el culto al dios jaguar se extendió por gran parte de los andes centrales.

 

Simbolos grabados en las rocas de cerro Canteria, se observa un ojo con pupila excéntrica, en alucuina un proceso de transe (Foto Abanto, 2009)

A la llegada de los españoles, ellos fueron testigos del comportamiento que asumían quienes consumían estas sustancias para comunicarse con sus dioses:

“La achuma es una especie de gran cardón…Esta es una planta por medio de la cual el demonio traía en engaño a los indios paganos del Perú, de la cual ellos hacían uso para sus engaños y supersticiones. El jugo, debido hacia salir de sentido, en modo que aquellos que lo beben quedan como muertos…Transportados por esta bebida los indios soñaban mil mentiras que creían ver”. Bernabé Cobo (1653)

Durante la colonia, se prohibieron estas costumbres castigándolas duramente, se prohibió no solo el uso de plantas medicinales, sino cualquier ritual pagano. Los procesos de extirpación de idolatría destruyeron las huacas sagradas, quemaron idolos, reliquias antiguas y momias de jefes guerreros. Con el fuego se consumió siglos de sabiduría.

A pesar de tan duro impacto una parte de la región peruana quedó casi intocable, donde los chamanes mantenían vivo el secreto de las plantas y esa es la amazonia. Uno de las cortezas mas conocidas en los rituales chamanicos de la selva, es duda la ayahuasca. Poderoso brebaje que estimula estados que nos llevan a uno al transe y a experimentar con un mundo desconocido, el guía en estas sesiones es el chaman quien logra conectarse con el interior del “paciente” y explorar aspectos escondidos del individuo.

Entre las plantas usadas como psicoactivos podemos mencionar:

-       El tabaco (Nicotina sp)

-       La willca (Piptadenia columbina)

-       El pucacampachu o floripondio (Brugmansia sanguinea)

-       El chamico (Datura stramonium)

-       El san pedro o achuma (Trichocereus pachanoi)

-       La ayahuasca (Banisteriopsis caapi)

-       El yaji (Diploteris cabrereana)

No cabe duda, y a pesar de los prejuicios estas plantas siguen formando parte de las creencias y folclore de nuestro pueblo, algunas siguen vigentes y podríamos considerarlas como patrimonio cultural y natural de nuestra nación.